Nuestras guajiras sintéticas del XXI
Plastic Guajiras, dispuestas para el nuevo siglo, así en spanglish, entreveradas, con la asunción de los más elementales objetos o residuos de lo cotidiano de la ciudad y del campo, vueltos tropos visuales para pensar y ?sonreír? sobre la provisionalidad de todo y de todos. Con fuertes referencias de lo local, pero sin quedar ahogadas en la Isla, este dúo de jóvenes artistas: Yailyn y Amarilys, provenientes del mítico grupo femenino 609 de sus tiempos del ISA, miran y tocan y construyen su poética prosaica de la Cuba de hoy: descreída, burlona, cínica. Un discurso que en apenas un año, vueltas a reunir, gana en propiedad y madurez y que ahora se muestra en este conjunto de obras, tras varias exposiciones personales, mordaces e incisivas en un registro que no obedece a territorio específico de lo visual, si no a las más variadas modalidades expositivas: instalaciones, cajas de luz, fotografías, objetos manipulados. Y todo ello a la vez construido con los materiales más usuales de nuestro diario entreverado de ciudad y campo ?ciudades cada vez más ruralizadas- y, también, entreveradas ellas mismas ?mitad humanas, mitad animales- con su cuerpo expuesto en algunas piezas: ?Ama de casa?; ?Jinetera?. Hay una voluntad de contraste en todo ello y, a la par, la decisión de operar con lo híbrido para trabajar el sentido de las cosas: empella de puerco o piel de gallina como tejido; una cascada de cáscaras de huevos vueltas espumas de ola ausente; un conjunto de tapas de olla como celdas de un panal. En este devenir contrastado del trabajo con los materiales hay, además, un transgredir las fronteras de lo consabido entre lo natural y lo artificial, entre lo femenino y lo masculino, entre lo cálido y lo frío; lo abierto y lo cerrado; la firmeza y la indecisión; lo alto y lo bajo. Nada es así seguro, estable, definido; ni lo blanco es blanco, ni lo negro, negro. Recordemos ese No florecido, suave, habitado por una luz tamizada, un no que es casi un susurro, o el fotomontaje con el Faro del Morro a la entrada de la Bahía y el título de la pieza que remarca la conducta que se debe acatar o la fuente compuesta de palanganas maltratadas, el rito del agua en sus más humildes continentes, o el jaberío vaciando el mar.
Ellas nos hacen vivir con sus piezas en este nuestro mundo de hoy donde todo cambia, donde nada es lo que parece. Y esta es una realidad ambigua de aquí; pero también de allá, de todos los allá imaginables. Por eso, en ?Brincando el charco? la figura kistch del cisne es quien conduce a la pasajera solitaria: una rana que asoma quizá asustadiza por el lance. Plastic Guajiras revela con estas obras una mirada alerta e incisiva sobre nuestro diario acontecer que se consume a sí mismo en apetito voraz, con el empleo de buena parte de los recursos materiales que el propio día a día ofrece. De ahí ese homenaje al material sintético que puebla buena parte de las obras y que nos acompaña como una maldición necesaria, también así se identifican. Asistimos a un juego de camuflajes y disfraces, en un constante bregar de simulacros que celebran el oropel del vacío, la evanescencia de la esperanza y una incesante y fatigosa manera de ser.
Ramón Cabrera Salort Investigador y crítico de arte.